A nadie le sorprende a estas alturas oir hablar del cambio climático y saber que es una amenaza para todos. Si nadie lo duda es por las continuas evidencias que vemos en noticias acerca de olas de calor insoportables, plagas de medusas debido al calentamiento de las aguas o el aumento del nivel del mar por nombrar algunas que todo el mundo ha podido comprobar en mayor o menor medida.
Lo que no está tan claro es si somos conscientes de hasta qué punto es urgente tomar medidas contra esto. Quizá la culpa la tenga tanta información que nos llega a modo de runrún, un sonido de fondo que hace que nos estemos acostumbrando a oírlo sin prestar la atención que este asunto merece. Tampoco los políticos de este país, al menos los que tienen poder para hacerlo (los cuatro partidos que en mayor o menor proporción se reparten el pastel) parece que consideren este grave problema cuando vemos que en sus respectivos programas ninguno incluye este asunto como una prioridad y por tanto no proponen medidas que luchen realmente contra el cambio climático. Puede ser por puro desconocimiento de la magnitud del problema o bien porque esos programas están más pensados para un futuro a cuatro años que es la duración de una legislatura y no reparan en algo que va a mostrar su verdadera cara dentro de unos 20 o 30 años.
La planificación tiene que hacerse pensando en el largo plazo y tiene que hacerse ya con un desarrollo coordinado para anticiparse antes de que sea demasiado tarde. Si no lo hacemos así, España dentro de unos años se irá pareciendo cada vez más a un desierto. Este es un país de mucho sol pero solo lo aprovechamos para exprimir nuestro modelo de turismo lowcost cuando podríamos ser un país que basa su modelo de energía en el sol. La gran contradicción, la política energética del absurdo, el país con más sol de toda Europa y el que tiene las leyes más restrictivas al respecto.
No todo está perdido y aunque los británicos (algunos) no piensen igual, el estar dentro del Unión Europea nos otorga un marco de seguridad jurídica que en un tiempo, esperemos que breve, hará que se imponga la lógica y España sea el país de Europa con más desarrollo de energía solar por mucho que les duela a las poderosas compañías eléctricas españolas.
Pero no podemos esperar mucho, el tiempo apremia porque la temperatura de los polos está aumentando y ya no es tanta la diferencia entre éstos y el Ecuador. Esto provoca que la llamada Corriente del Golfo que es impulsada por la corriente circular alrededor del Polo Norte se haga más fluctuante y hace que las olas de calor suban más al norte y las de frio cada vez más al sur. Es por esto que las olas de calor que hemos vivido estos últimos dos veranos en España ya no duran una semana sino tres.
Imágenes que empiezan a ser habituales deberían alarmarnos aunque de momento nos hagan creer que es algo anecdótico por la poca frecuencia con la que ocurren pero es algo que para todos sería impensable hace unos años. Hablamos de llegar en Alaska a temperaturas de 35º, algo realmente grave si tenemos en cuenta que esta zona del planeta retiene casi 750 gigatoneladas de CO2 en forma de metano congelado. Si se llegase a descongelar podría doblar la cantidad de CO2 existente en la actualidad con unas consecuencias desastrosas.
En definitiva, hay que empezar a rebelarse ya, la concienciación colectiva parece que ha dado paso a una especia de normalización en la que parecemos estar acomodados y esto no es una actitud responsable. El planeta en el que vivimos está empeorando su habitabilidad y somos todos culpables. Tenemos conocimientos y maneras de remediarlo pero nos falta lo más importante…… las ganas de hacerlo.